lunes, 30 de abril de 2007

Fugit Irreparabile tempus

(Virgilio, Geórgicas 3,284)

Cuán rápido se escapa el tiempo, aunque siempre está parado. Tiempo que destruyes las cosas y mitigas las desgracias. Nos acercas a lo eterno, donde ya no existes, tiempo humano y perecedero. Tiempo que todo lo traes y todo lo llevas.

Salud, dinero y amor… No, salud y tiempo, luego amor y dinero.
El tiempo se nos escapa a cada momento. Es un gran patrimonio, el tiempo para poder disfrutarlo y saberlo hacer. ¿Nos falta tiempo? O solo nos falta para aquellas cosas que no priorizamos.
Tantas cosas para hacer antes de morir… en nuestra sociedad occidental y materialista.
Tiempo y silencio, dos placeres abundantes pero poco saboreados. Tan solo, detente y calla. Escucha y deja lo que estás haciendo. Algo tan sencillo que casi nadie sabe hacer. Como dijo el poeta: oscuro, para que todos atiendan. Claro como el agua, claro, para que nadie comprenda.

Nos venden ocio por todas partes. Hay que divertirse a costa de lo que sea, llámese sea a dinero. Todo se paga, hasta el tiempo se paga. La diversión se convierte en sinónimo de fruición, de movimiento continuo, de acúmulo de emociones y cuanto más intensas mejor. Hay que vivir deprisa y mucho, pero qué es mucho. Ha vivido mucho se oye comentar a las gentes... Experiencias, me dicen, muchas experiencias, sí, primum vivere diende scribere, philosophari, et caetera. ¿Hace falta salir de la cueva para ser un sabio?, prefiero un sabio a un político, saber o poder. Saber.

La imagen y el sonido presiden nuestra vida. Somos bombardeados con centenares de estímulos a diario que saturan nuestro córtex y bloquean cualquier actividad interior, pensar, sin ir más lejos. No existe el silencio. Cuando despertamos comienza el día y el ruido del mundo invade nuestro reino interior, ya no desconectamos hasta que dormimos de nuevo. Ruidos, conversaciones, música, mp3, mp4, ¿mp5?, televisión, fotos, carteles, imágenes quietas o en movimiento. Todo satura nuestros dos principales sentidos que nos unen al mundo, vista y oído. Y si no para muestra un… Cuan incómoda situación se produce en un ascensor al coincidir con alguien, permanecer callados, esperando con ansía que llegue el piso al que hemos llamado. No sabemos estar en silencio. Por el contrario, que gran amigo de confianza es aquel junto al que podemos estar cinco minutos sin decir una palabra.
Yo me siento a veces en lo oscuro, en silencio, y cuando cesan la charlatanería interior, mis pensamientos fugaces, el pitido de mis oídos, entonces, descubro el sosiego. Respiro y lato. Ese tiempo durante el que el mundo soy me devuelve nuevo a esta Divina Comedia.

Nihil novum sub sole

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