sábado, 28 de noviembre de 2009

Nel mezzo del cammin di nostra vita...

Ya firmaríamos muchos porque en realidad fuese la mitad del camino andado. Quizá como dijo Dante en el comienzo de su primer canto, sea el momento en el que comienza la bajada a los infiernos. Hemos vivido bastante y nos ha parecido que todo fue ayer, todavía nos queda mucho por recorrer, carpe diem, pues. Yo ya he plantado mi árbol, he escrito mi libro y he tenido a mi hijo, según reza la voz popular ya me he realizado. Quizá para convertirme en renunciante hindú debería criarlo un poco más y luego, como diría Sancho Panza -humilde pero honrao- a quemar las naves y que me quiten lo bailao que más sabe el diablo por viejo que por diablo y que ande yo caliente pues más vale pájaro en mano que ciento volando y lo que va delante, va delante que más vale solo... y así toda una retahíla paremiológica. Qué nos deparará el paso del ecuador, el cuerpo y las fuerzas comienzan a menguar, empiezan a aparecer deterioros propios del paso del tiempo y de la edad, se pueden refrenar, sí, pero, aunque más lento si cabe, todo llega inexorable. ¿Aborregamiento mental? Me niego. La gente empieza a enquistarse en sus puntos de vista, a hablar de lo mismo, a complicarse la vida, a ritrovarse en una selva oscura, a que nada sea diferente, a ¡ya te decía yo!, ¡qué me vas a decir a mí!, a ¡yo ya estoy de vuelta de todo! Infeliz del que ve al mundo tan solo a través de su mínimo cristal. Viva la curiosidad, siempre se aprende algo nuevo si estamos a abiertos a ello, al observar y al escuchar desde el respetuoso silencio siempre se percibe una sutil música que suena diferente. Bendita la curiosidad del niño, la del gato que casi lo mata, yo me considero un curioso pero no aquel impertinente del Quijote. Tengo en la cabecera de mi cama, ondeando flamígeramente, la sentencia de nulla dies sine linea. Cualquier cosa vale la pena por pequeña que sea si aprendes algo y siempre hay algo que aprender. Así que yo os invito, como decían los clásicos, aprended, aprended deleitándoos. Ya descansareis al final cuando llegue el sueño igualatario y eterno. Por bienvivida daré así mi existencia si cada día, en cada cosa que hago aprendo algo, y no hablo solo de conocimientos. Saber acrecentar la verdadera sabiduría a medida que se hace camino es un don precioso que pocos saben cultivar.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Pero cuando llegó la noche 310, ella dijo...

Scherezade cuenta en su noche 310 la sexta y la séptima historia de Simbad el marino donde aparece la isla de Serendib y la historia de los tres príncipes. Hace años, en 1993 me encontré, quizá por serendipia, con un libro que me alumbró más sobre la cuestión. El libro se titulaba "Serendipia, descubrimientos accidentales de la ciencia" de Royston M. Roberts, en él se habla del papel del azar en los muchos descubrimientos científicos y técnicos. Pero de todo ello se extrae algo más, que siempre hay una persona en un lugar y en un tiempo que toma una decisión, la que origina la serendipia. La vida es la patria de la serendipia. ¿Cuántas cosas nos encontramos durante este recorrido? El amor, la amistad, el dolor, oportunidades y cuántas otras cosas más. Pero ¿es realmente la casualidad, la suerte o el azar? Creo que no. Hay algo más, algo que está en nuestra mano, el tomar la decisión de hacer algo. Eso es lo que marca la diferencia en la vida, hacerlo o no hacerlo, de ahí se derivan las consecuencias de todo. Podemos descubrir cosas por casualidad, pero tenemos que estar en el tiempo y lugar adecuado y tomar la decisión. Saber observar lo que nos rodea y... ejecutar la acción. Ya se verá, andando el tiempo, si la decisión ha sido correcta o no, si conlleva algo bueno o no, pero desde luego hay que actuar.
Así pues, hagamos, la vida sonríe más a los que hacen, no tanto a los que solo piensa en hacer. Decide y haz.